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Olvido

Sucede que me he olvidado de ti, y ojalá no fuera consciente de ello, porque la ignorancia actúa como anestesia, pero lo soy.

Sucede que en mis manos has confiado tesoros tuyos, como si yo fuera capaz en algo, y a raíz de mis absurdas decisiones, desequilibrados pasos e ininteligibles y malformuladas oraciones, he visto dibujarse grietas en ellos.

Repáralas ¿sí? Aún sin que yo vea cómo lo haces, y aún sin que esté cerca. Mientras me enumeras las veces en las que me diste la oportunidad de hacer todo bien, y opté dejarme llevar por mis fantasmas y muertos. Mientras me cuentas el cómo hubiese sido todo si desde antes me dejaba guiar por tus pasos, aún ciego, por tu voz.

Y si abres tu boca, que sea para pronunciar que mis tiempos de gracia se acabaron, que el último ladrillo de la pared se puso en su lugar. Y que ni siquiera los intentos que hice fueron buenos.

Sucede que debí haberlo pensado antes, ¿el qué? El todo, el cada uno, el por completo de mí.

Sucede que me olvidé de ti, y duele, pero quisiera que doliera todavía más, y que me viera obligado a arrastrarme hasta tus pies, sin petición más que me perdones por olvidarme de ti.


No tocar

La sensibilidad a niveles altos es dolorosa, y es como si mi piel ardiera en estos momentos ante el más mínimo acercamiento.

Ni hablar de contacto…

Cancelaría mis compromisos, mis levantarme y acostarme, mi parpadeo en minutos donde nuevamente debo comenzar a planificar una reparación de todo.

¿Cuántos platos debo volver a pagar?

¿Cuantos debes volver a pagar tú?

Me he quedado pequeño a las expectativas de todos, y nunca me levantaré. Estoy tan aturdido y anulado por las alturas a las que no pertenezco, que el vértigo de caminar con la vista hacia abajo me acaba por acobardar y dejar mal frente a todos.

Odio formar parte de mí, y que me hayan estructurado con esta mentalidad, personalidad y presencia de mierda. Tanto que si no fuera porque conozco la verdad mi cráneo ya se hubiese reventado.

Y aún así, con todo, me aferro a los ojos que dicen amarme, que aunque a veces no los siento genuinos, por mis propias inseguridades, me hacen quedarme unos instantes más aquí.

No hay mucho de lo que hablar, ni mucho en lo que pensar, sólo me quiero recuperar un día, y saber qué siente el que, sin miedo alguno, da el paso fuera de su casa un lunes por la madrugada, sabiendo que no volverá.