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Destino, des-tino y desatino

Tal vez no conozco a ese Dios del que tanto hablo, del que tanto me hablaron. Puede que no conozca a ese Dios que pensaba conocer.

¿De qué forma debo hablarle para ser oído por él? ¿Por qué siento que debo buscar métodos correctos para estar seguro de que fui oído, bien acogido? ¿Debería sentir algo en específico al momento de que mis palabras llegan a puerto? Si es que llegan…

Qué terrorífico es cuando pienso que todos los días de mi vida en los que me dirigía a él, en realidad no me dirigía a él, sino que a una simple idea de que era él. ¿Y si nunca me oyó? ¿Y si todo este tiempo mis oraciones, peticiones, gratitudes y llantos se acumularon en el buzón de nadie? Y hoy hay montones y montones de cartas escritas a alguien que no era…

Quién sabe si me equivoqué una vez más y por estúpido escribí a otro destinatario, y me quedé confiando en que la demora y el silencio era lo normal. Y siempre la misma filosofía, y siempre la misma explicación: «Los tiempos de Dios son perfectos».

¿Y si no se trataba de perfección, oportunidad ni voluntad, sino de mi propia invalidez e imbecilidad de no saber encontrar el método correcto, y sentirme tan ridículamente ajeno a todo, que ni siquiera logro ser oído por el mismo inventor de la oreja?

Aunque fuera así, guardo algo de esperanza, mira que si en alguno de sus días inclina su cabeza a este lodazal donde apenas me distingo, y por curiosidad u ocio, cualquiera sea, le resulto gracioso y me escucha.

Lucifer

Tengo dos manos torpes que intentan sostener la máscara que he llevado toda mi vida, pero son cada día más temblorosas y las odio.

Se ha comenzado a ver mi rostro, y yo no quería. Un ojo, digno de Cabanel.

Mi boca pronunció nombres y jura venganza en su debido tiempo, hacia cada uno.

Mi arrebatamiento

Modo avión

La muerte de mamá, la muerte de papá, la ruptura y el duelo, el intento de suicidio, el lamento de mis hermanos, el abandono a mi lugar en la iglesia con la última salida de un culto, el «salir del grupo» de mis amigos, el no querer seguir soñando, el vender, regalar, tirar a la basura, el olvidar, el cerrar cada cuenta, el evitar hablar con alguien, el cortar las llamadas. Pasó cada instante, y no tuve hijos, no abracé nunca a alguien por sus logros, no cumplí metas junto a nadie, no tuve a mis viejos celebrando la llegada del segundo, en una mesa larga con todos a quienes algún día amé.

Roo de lo que va quedando, de lo que no logré por mi propia cuenta. Y se acaba.

Se acaba pronto.

Metaconsciencia

Ni el enojo, o los gritos, o un llanto se me hacen reacción necesaria. No por tolerancia, ni por resiliencia; el pastor me ha sacado la carne del pellejo, y la conciencia del cerebro.

Le veo, y me veo por detrás de la nuca. Sólo tengo capacidad de desear todo lo que tienda a cero, y él tiende a cero.

Qué impresionante ha de ser oír tu gran discurso de poder y omnipotencia, donde lógicamente me quedo corto ante cualquier argumento que provenga de ti. ¿Quieres que reconozca lo infausto y maldito que soy? Está a simple vista, y lo puedo respirar, porque apesto a putrefacción. La humillación viene de premio, al parecer, porque alcanzar algo con tal majestuosidad al lado, es pretender ser superior al creador, siendo criatura.

Ya no deseo operaciones, ni cirugías, ni intervenciones de ningún tipo, ni correcciones, ni reparaciones. No quiero implantes, injertos, no quiero prótesis, no quiero barro en mis ojos. Sólo aplica esa potestad que tienes y de la que tanto hablan, y de la que tanto puedes alardear, y sácame de aquí, por pura misericordia o juicio, por favor, sácame de aquí.

Napoleón era equilibrista

Sé lo duro que he sido, y me arrepiento. Me encargaste lo que tanto cuidabas, y no pude ni conmigo mismo. Me consuela que sigues cuidándole.

Cambiaría completamente mis virajes, y seguiría recto por donde ibas tú, y aunque me llene de inseguridad, creo que es más seguro que la incertidumbre de hoy.

Dios, si me lees, cumple sus deseos, que ya los míos se han vuelto casualmente los suyos.

Capernaum

Me abro a las posibilidades de que la piedra se vuelva más pesada y muera por desnucarme y no por ahogo.

Estoy justo en la etapa en la que el sentido se perdió y la muerte me persigue por delante mío, porque yo comencé a perseguirla a ella también.

Grandes y maravillosas son tus obras, oh Señor Dios Todopoderoso. Yo, me remito a mi vaga existencia en insignificante paso por la tierra y tu creación, porque una vez más he concluido en mis reflexiones de rodillas y cabizbajo, que nada soy y nada seré. Yo, por mí mismo, he demostrado ser la prueba de lo más vil y triste que puede haber en esas grandes y maravillosas obras.

Y sin embargo, ¿me miras? ¿Qué es eso? Si buscara desafiarte es más que obvio el resultado, y si buscara huir y rebelarme, soy un insecto y lo recalcas llamándome gusano. Mi presencia te es molesta, mis pensamientos basura, incluso para algunos que están más cerca de ti. Pero… me miras.

Y si me miras, ¿qué piensas? ¿debo volverme un autómata que sólo recibe órdenes y se ajusta a normas establecidas para agradarte? Probablemente lo hago sonar a martirio planteándolo así. Y aunque no esté tan lejos de la realidad, según el punto de vista, hace pocos meses hablaba de la libertad entre cuatro paredes, y a veces pienso en que el espacio que sostienes en tus manos, que según estudiosos está en expansión constante en el infinito, es un ejemplo claro de que entre más albedrío tenga, más perdido y a la deriva estoy si no pongo mis pies en la Tierra, bajo sus reglas, bajo sus leyes.

Busco respuestas, y más me desanima el saber que siempre desembocan en que no vale la pena nada, y que todo es tan vacío, pasajero, efímero, vano, que incluso cuestiono si tu divina voluntad de crear una historia en este formato, donde mi existencia está incluida, es mero capricho de guionista.

Y si me explota la cabeza la explicación y narrativa proveniente de tu misma boca, quiero estar ahí para descubrirlo.

Tal vez ese es el sentido, caminar ciego a tu mirada fija en mí, para descubrir tus por qué ese día, ese glorioso día, cuando te tenga frente a frente y me enseñes tus primeros bosquejos, tus mapas, tus trazos y tus ideas, y con tus herramientas de carpintero me hagas entender lo que siempre me he preguntado.

Quemaduras de cuarto grado

Tan torpe, que mientras moría de sed, no veía que hacías aparecer a mi lado la peña de Horeb.

No puedo confiar del todo aún, pero estoy intentando, aún con mi pesimismo, aún con mis nulas ganas, creo compatible la idea de confiar.