Seleccionar página

No salgas fuera

Si supiera que lloras por mí afuera de mi tumba, te pediría que no hagas caso a tu dolor. No me devuelvas la vida, está bien así.

Lo absurdo de pensar que si hubiera podido decidir existir, sabiendo que no hay conveniencia en no hacerlo, tampoco alivio. Sin embargo, decidiste crearme… ¿para qué? Perdón que pregunte, no lo hago sin reverencia.

Hoy es un momento, no quiero pensar en el futuro porque me da miedo, y tampoco en el pasado, porque me dan ganas de morirme. Me he detenido a sentir esta herida, a prestar atención a lo que tienes para decirme, y si no tienes nada para decirme, a tu silencio.

¿Cuánto más? ¿Días, semanas, meses, años o décadas? Tal vez me queden horas de vida, tal vez sea el mejor momento para decir que simplemente no pude, que no hay más tiempo, que no hay más ciudades, ni estaciones, ni paseos, ni decisiones estúpidas. Ni siquiera te conocí del todo, creí que vería más de ti.

No me llames afuera cuando esté dentro. Déjame así, por favor, así como si nunca hubiera pasado por tu mente.

Grillete italiano

Días donde me cuestiono si la pieza faltante en esto no existe y es imposible crearla. Vivir la vida desencajada, deseando que el amigo conociera a mis padres, deseando recibir feliz un invitado. Pero ni siquiera los recuerdan, y cada vez tener el deber de contar dónde conocí a tal o cual, es definición de interés, y no lo hay.

¿Qué es lo que falta? Porque el esmero por agradar y complacer viene por defecto y si quiero quitármelo vuelve a pegarse, y desesperadamente me lo refriego, me quito la piel y sigue ahí. Lo odio.

Agradarte para recibir por retribución queja, complacerte para recibir juicio, para contagiarme de la amargura y despropósito con el que vives. Húndete en tu mierda solo, y todos como imbéciles seguirán complaciendo tu estómago.

La tormenta la paso arrastrando un pie del que te aferraste, y no sé si para detenerme, o para llevarte conmigo, repitiendo que Dios es bueno.

Destino, des-tino y desatino

Tal vez no conozco a ese Dios del que tanto hablo, del que tanto me hablaron. Puede que no conozca a ese Dios que pensaba conocer.

¿De qué forma debo hablarle para ser oído por él? ¿Por qué siento que debo buscar métodos correctos para estar seguro de que fui oído, bien acogido? ¿Debería sentir algo en específico al momento de que mis palabras llegan a puerto? Si es que llegan…

Qué terrorífico es cuando pienso que todos los días de mi vida en los que me dirigía a él, en realidad no me dirigía a él, sino que a una simple idea de que era él. ¿Y si nunca me oyó? ¿Y si todo este tiempo mis oraciones, peticiones, gratitudes y llantos se acumularon en el buzón de nadie? Y hoy hay montones y montones de cartas escritas a alguien que no era…

Quién sabe si me equivoqué una vez más y por estúpido escribí a otro destinatario, y me quedé confiando en que la demora y el silencio era lo normal. Y siempre la misma filosofía, y siempre la misma explicación: «Los tiempos de Dios son perfectos».

¿Y si no se trataba de perfección, oportunidad ni voluntad, sino de mi propia invalidez e imbecilidad de no saber encontrar el método correcto, y sentirme tan ridículamente ajeno a todo, que ni siquiera logro ser oído por el mismo inventor de la oreja?

Aunque fuera así, guardo algo de esperanza, mira que si en alguno de sus días inclina su cabeza a este lodazal donde apenas me distingo, y por curiosidad u ocio, cualquiera sea, le resulto gracioso y me escucha.

Lucifer

Tengo dos manos torpes que intentan sostener la máscara que he llevado toda mi vida, pero son cada día más temblorosas y las odio.

Se ha comenzado a ver mi rostro, y yo no quería. Un ojo, digno de Cabanel.

Mi boca pronunció nombres y jura venganza en su debido tiempo, hacia cada uno.

Mi arrebatamiento

Modo avión

La muerte de mamá, la muerte de papá, la ruptura y el duelo, el intento de suicidio, el lamento de mis hermanos, el abandono a mi lugar en la iglesia con la última salida de un culto, el «salir del grupo» de mis amigos, el no querer seguir soñando, el vender, regalar, tirar a la basura, el olvidar, el cerrar cada cuenta, el evitar hablar con alguien, el cortar las llamadas. Pasó cada instante, y no tuve hijos, no abracé nunca a alguien por sus logros, no cumplí metas junto a nadie, no tuve a mis viejos celebrando la llegada del segundo, en una mesa larga con todos a quienes algún día amé.

Roo de lo que va quedando, de lo que no logré por mi propia cuenta. Y se acaba.

Se acaba pronto.

Metaconsciencia

Ni el enojo, o los gritos, o un llanto se me hacen reacción necesaria. No por tolerancia, ni por resiliencia; el pastor me ha sacado la carne del pellejo, y la conciencia del cerebro.

Le veo, y me veo por detrás de la nuca. Sólo tengo capacidad de desear todo lo que tienda a cero, y él tiende a cero.

Qué impresionante ha de ser oír tu gran discurso de poder y omnipotencia, donde lógicamente me quedo corto ante cualquier argumento que provenga de ti. ¿Quieres que reconozca lo infausto y maldito que soy? Está a simple vista, y lo puedo respirar, porque apesto a putrefacción. La humillación viene de premio, al parecer, porque alcanzar algo con tal majestuosidad al lado, es pretender ser superior al creador, siendo criatura.

Ya no deseo operaciones, ni cirugías, ni intervenciones de ningún tipo, ni correcciones, ni reparaciones. No quiero implantes, injertos, no quiero prótesis, no quiero barro en mis ojos. Sólo aplica esa potestad que tienes y de la que tanto hablan, y de la que tanto puedes alardear, y sácame de aquí, por pura misericordia o juicio, por favor, sácame de aquí.

Napoleón era equilibrista

Sé lo duro que he sido, y me arrepiento. Me encargaste lo que tanto cuidabas, y no pude ni conmigo mismo. Me consuela que sigues cuidándole.

Cambiaría completamente mis virajes, y seguiría recto por donde ibas tú, y aunque me llene de inseguridad, creo que es más seguro que la incertidumbre de hoy.

Dios, si me lees, cumple sus deseos, que ya los míos se han vuelto casualmente los suyos.