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jueves 17 octubre 2024 , a las 10:19 am

La lluvia de Dios III

Sucede que me he olvidado de ti, y ojalá no fuera consciente de ello, porque la ignorancia actúa como anestesia, pero lo soy.

Sucede que en mis manos has confiado tesoros tuyos, como si yo fuera capaz en algo, y a raíz de mis absurdas decisiones, desequilibrados pasos e ininteligibles y malformuladas oraciones, he visto dibujarse grietas en ellos.

Repáralas ¿sí? Aún sin que yo vea cómo lo haces, y aún sin que esté cerca. Mientras me enumeras las veces en las que me diste la oportunidad de hacer todo bien, y opté dejarme llevar por mis fantasmas y muertos. Mientras me cuentas el cómo hubiese sido todo si desde antes me dejaba guiar por tus pasos, aún ciego, por tu voz.

Y si abres tu boca, que sea para pronunciar que mis tiempos de gracia se acabaron, que el último ladrillo de la pared se puso en su lugar. Y que ni siquiera los intentos que hice fueron buenos.

Sucede que debí haberlo pensado antes, ¿el qué? El todo, el cada uno, el por completo de mí.

Sucede que me olvidé de ti, y duele, pero quisiera que doliera todavía más, y que me viera obligado a arrastrarme hasta tus pies, sin petición más que me perdones por olvidarme de ti.