Las canciones que te escribí, pero que no te gustan
Yo no sé bien porqué decidiste todo esto, si es que cabe en ese hueco la palabra decidir… aunque suene mejor permitir. Me resuenan frases de memoria que escuché desde que aprendía recién a escribir o leer; todavía me acuerdo cuando me propuse por primera vez leerme la Biblia completa a los 10 años. Dices que todo me ayuda para bien, también que si te pido recibiré, y que si clamo responderás… Y perdóname, porque seré un ingrato al decirlo, pero ¿dónde está lo bueno en todo esto? Y no malinterpretes y pienses que no veo las cosas buenas en mi vida, la comida, el hogar, mi familia. Es sólo que no lo entiendo, y a la vez sí, y eso me aturde porque creo que todo lo dispones y propones, sin embargo, no encuentro el propósito en mi, y sólo veo una incertidumbre colosal que no se acaba, y que cuando creo ver que por fin se visualiza el horizonte, me quedo ciego de nuevo. Y te lo planteo así: Llegué a un punto en el que si hago o no hago, de todas formas creo que estoy errando. Porque hago y no hago preguntándome si es lo que tú quieres que haga, o si no es lo que tú quieres que haga. Actúo y pienso en un constante vaivén de si esto me traerá tu bendición, o una tormenta torrencial que me hará arrepentirme de haberlo hecho… o no haberlo hecho.
Y así pasan los días, y semanas y meses, y me da miedo que llegue el día y recibir en mis manos un tesoro, y sentir que no lo merezco, porque no he hecho suficiente para tenerlo. Y a la vez, nada me indica ni parametriza qué tanto esfuerzo es suficiente, porque tal vez lo mucho que es para mi, sea ínfimo para ti.
Digo que no sé bien la razón por la que permitiste todo, pero entiendo que sucedió, y que la razón o propósito no cambiará el hecho mismo, ni las consecuencias. Sólo me atormenta la posibilidad de que haya sido tu decisión, más allá de mis responsabilidades y actos, y que aún siga sin ver el porqué.
Astillas
Se me perdió el alma, esa que había encontrado en el silencio llegando a casa, sin la obligación ni necesidad de dar explicaciones a nadie. Esa que había encontrado en mi diálogo interno cocinando algo a medianoche porque se me daba la puta gana. Esa que había encontrado en la canción nueva que había descubierto esa misma mañana y que escuchaba con el volumen a cien. Esa que había encontrado en la paz de no ver ni a mi madre ni a mi padre liberándose de sus traumas de mierda conmigo. Esa que había encontrado y que todos veían con respeto, odio o envidia y me importaba un carajo. Esa que había encontrado y que podía encontrar solo yo, y nadie más.
Y ahora soy la basura que tiene que seguir en este invento de historia que si no fuera porque hay que dejar contentos a los terceros, ya me volvería un pedazo de carne colgando.
¿Puede ser que me expliques por qué quieres que esté en esto tanto tiempo? Porque estoy llegando a concluir que lo único que te gusta es acorralar a tus ovejas para «probarlas»… Antes era fácil escribirte, pero ahora me cuesta cada vez más, pensando que de las 2500 cartas que te he escrito no has respondido una.
El esclavo Caesar
Te di las gracias bajo el dintel, justo antes de salir por la puerta que me llevaría a los años 50, originales tiempos que tienen una atmósfera de calidez y de turbidez.
Es como algo agridulce, mezclado con vinagre y sal… y toques de dulce de leche.
Recibí rayos de Sol directos en mi cara como si fuera una sonrisa, y alguien definió una agresión llamándola como los mismos rayos.
Aún, aunque no sienta el fondo, y no sepa flotar aún, no me he hundido, y por eso gracias.
Beltsasar
De pronto entendí tus razones, lo que había tras bambalinas, donde en oscuridad plena calculaste movimientos y sin consultarme, sucumbieron mis suelos ante tu fíat.
Decir que fue mi propio intelecto el que descifró este misterio, sería de arrogancia suma. Porque las cosas que no he visto, no puedo saberlas, y las sé, como si me fueran familiares. Y es un placer, déjame decirte, vivir la decepción de que ya no es un misterio todo esto, porque lo oculto siempre fue mi deleite. Tal vez por saberte existente y superior, y yo indigno de comprender la amplitud de tu vasta ciencia, como un niño confía en quien lo cuida de lejos.
Más que abrir mis ojos, configuraste algo en mi realidad. Casi como si por unos diez minutos tocaras mi frente y dejara de ser humano. Lo veo todo, y aunque hay algo de tristeza en mí por no haberlo visto antes, coincido contigo en que no soportaría tal carga de ir por la vida y valerme por mí mismo.
Sólo tengo algo que pedirte. Que no te vayas de esa oscuridad, y que lo que dure y tenga que durar mi vida, espérame al bajar de la colina, con cada una de las cartas que te escribí… Para volverlas a leer, y tú me cuentes lo que sentías por mí.
Y si este lapso donde mi alma bebió de tu agua y pude conocer lo que es tu propia mente en una parte tal vez ínfima y minúscula, tal vez sólo comparada al tamaño de un átomo frente al universo, se me olvida, como ahora se desvanece poco a poco, permíteme la dicha de volver a leer este escrito. Para saber que, al regresar a mis cabales y límites, tuve el privilegio un día de tener la certeza de que estás en control de todo, y conocer la absoluta consciencia de tus propósitos.
Y probar de nuevo, remotamente, y tal vez en la más metafísica de las imaginaciones, tu sabiduría infinita y eterna.
Un café en Boulân
Este secreto que bien conoces, y este rincón de mi mente que seguramente también, mejor que yo. Estos deseos que ya no me caben de lo grandes y lejanos que los veo, me pregunto si valdrá la pena repetírtelos.
¿Por qué insistes en que sea insistente si sabes con detalle lo que mi boca dirá? Y probablemente me digas que es para probarme, cuando estoy sin querer seguir soñando porque me muero de miedo por fallarle. Y creo en ti, pero necesito saber que estás conmigo, y perdón si soy negligente al decir que alguna vez me he sentido solo, desamparado e inútil ante todo esto.
Nunca fui bueno hablando, pero si algo de compasión por mí tienes, te ruego que escuches cuando te pido con mi voz y sin voz que me ayudes, que ya no importa si hay o no un café en Palermo, ni si hay o no una vista majestuosa a la ciudad. Sólo te pido el sustento necesario, y te juro que no volveré a decir que fue fácil.
Tal vez no medí palabras cuando dije que me dejaras ser el ciego, hoy creo que lo soy. Déjame ver de nuevo, por favor, y verte a ti, y a nadie más que a ti.
Por ella, Señor..
Densidad
Sácame o déjame siempre en medio de esta niebla, y me encargaré de hacerlo yo, con hielo y cuchillos.
Exilio
El sentido existe, pero existe porque fue creado. ¿Qué hacías antes de eso? Me lo pregunto porque en algún instante no existía, y todo seguía tal cual, fuera de nuestra presencia. No pretendo caer en el existencialismo y decir que alguna ventaja hay en no haber nacido, pero si mi destino y desembocadura de mi sentido de todas formas es la muerte, ¿por qué no ahorrarnos el preámbulo?
Declaro que no puedo, tampoco quiero y me rindo, no hay manera alguna de ser lo que debería ser. Que se acaben estos cálculos interminables en mi mente, que se vayan de una vez por todas los sueños de haber crecido, y que se termine, por favor.
Que se termine esta noche, y si es con dolor, que lo sea pero que se termine.