Capernaum
Me abro a las posibilidades de que la piedra se vuelva más pesada y muera por desnucarme y no por ahogo.
Estoy justo en la etapa en la que el sentido se perdió y la muerte me persigue por delante mío, porque yo comencé a perseguirla a ella también.
Grandes y maravillosas son tus obras, oh Señor Dios Todopoderoso. Yo, me remito a mi vaga existencia en insignificante paso por la tierra y tu creación, porque una vez más he concluido en mis reflexiones de rodillas y cabizbajo, que nada soy y nada seré. Yo, por mí mismo, he demostrado ser la prueba de lo más vil y triste que puede haber en esas grandes y maravillosas obras.
Y sin embargo, ¿me miras? ¿Qué es eso? Si buscara desafiarte es más que obvio el resultado, y si buscara huir y rebelarme, soy un insecto y lo recalcas llamándome gusano. Mi presencia te es molesta, mis pensamientos basura, incluso para algunos que están más cerca de ti. Pero… me miras.
Y si me miras, ¿qué piensas? ¿debo volverme un autómata que sólo recibe órdenes y se ajusta a normas establecidas para agradarte? Probablemente lo hago sonar a martirio planteándolo así. Y aunque no esté tan lejos de la realidad, según el punto de vista, hace pocos meses hablaba de la libertad entre cuatro paredes, y a veces pienso en que el espacio que sostienes en tus manos, que según estudiosos está en expansión constante en el infinito, es un ejemplo claro de que entre más albedrío tenga, más perdido y a la deriva estoy si no pongo mis pies en la Tierra, bajo sus reglas, bajo sus leyes.
Busco respuestas, y más me desanima el saber que siempre desembocan en que no vale la pena nada, y que todo es tan vacío, pasajero, efímero, vano, que incluso cuestiono si tu divina voluntad de crear una historia en este formato, donde mi existencia está incluida, es mero capricho de guionista.
Y si me explota la cabeza la explicación y narrativa proveniente de tu misma boca, quiero estar ahí para descubrirlo.
Tal vez ese es el sentido, caminar ciego a tu mirada fija en mí, para descubrir tus por qué ese día, ese glorioso día, cuando te tenga frente a frente y me enseñes tus primeros bosquejos, tus mapas, tus trazos y tus ideas, y con tus herramientas de carpintero me hagas entender lo que siempre me he preguntado.
Quemaduras de cuarto grado
Tan torpe, que mientras moría de sed, no veía que hacías aparecer a mi lado la peña de Horeb.
No puedo confiar del todo aún, pero estoy intentando, aún con mi pesimismo, aún con mis nulas ganas, creo compatible la idea de confiar.
Take Five
He de decir que perdí el compás, y el metrónomo, y el oído.
Gusto del jazz, y su libertad entre dos grandes comillas, porque si bien es conocido por su fluir de la expresión y la improvisación, su arte está en el juego de hasta qué límite se puede llevar cada regla de la música.
Solía practicarlo, pero no con instrumentos, tal vez con teoría, aunque no la manejo del todo, si no más bien con mi rutina diaria. Y es que, al decir rutina ya dejo entrever que no hay improvisación, pero vuelvo a decirlo, he estirado los límites de lo establecido.
Qué terrorífico fue saber que, cuando salí de entre las cuatro paredes, no me encontré con la libertad.
El primer lugar
Apaga mi mente, deshace cada neurona. Vuelve tu obra a lo que era antes de ser una idea… Nada.
Aniquila las partículas que componen mi materia, hazlas desaparecer y no dejes ningún rastro de su existencia en este universo. Que no viva nada de mí, que ni una remota idea de mi presencia esté en la memoria de alguien.
Borra, pero en su sentido más puro y literal.
Apaga mi luz, y que simplemente no sea.
Cero logros
A veces simplemente estoy triste, sin un motivo aparente detrás. Como cuando ves el cielo despejado y de la nada cae lluvia, así.
Y lleno de cartas con preguntas tu buzón, y no obtengo ninguna de vuelta, ninguna.
¿Hay algo de malo con querer que se me termine la vida hoy mismo, sin pensar en lo que pueda provocar temporalmente en los otros?
Todos superan, todos olvidan, el tiempo limpia y finalmente las cosas duras pasan y se sanan.
Una muerte no mata.
Fogata en la Bilbao
He guardado silencio ante mi propia pregunta,
cuando no me había callado ante tu silencio.
¿Por qué buscar la validación de un mundo que crucificó a un hombre perfecto?
Habacuc
Entre una maraña de ansiedades, desesperanza, culpa y vergüenza, te he pensado con el alma gritando desgarrada por ayuda.
Yo sé que estás en el mismo cuarto, justo en la pared de frente, con la visión de las cosas más claras y amplias, como cualquier ser omnisciente que va y se planta en silencio abrumador a metro y medio mío. Y yo pregunto ¿hasta cuándo? Y tú me dices ¿hasta cuándo preguntarás?
Sé que dije que quería ser el ciego, pero he de reconocer que no me la puedo. Y así, de esta forma triste y patética, asumo mi error.
Si vas a quitarme todo, por favor, que en mi boca resuene un «aunque», y sean higueras secas, sean majadas sin ovejas, sean labrados muertos, sean días miserables, sean lágrimas y llantos en el balcón, sean ataques de pánico y angustia, sean pensamientos de muerte… antes resuene ese «aunque», sea lo que sea.